Una vez más en Sonyers queremos ofreceros un contenido muy especial, algo que no encontraréis en ninguna otra web de videojuegos, un relato de God of War.

Y es que tenemos redactores que son unos artistas de la escritura y nos regalan de vez en cuando pequeñas historias relacionadas con nuestros videojuegos favoritos. La última que pudimos disfrutar fue la de RiME, del estudio español Tequila Works, y hoy nos toca disfrutar de una historia centrada en Atreus, el hijo de Kratos, que conoceremos por primera vez en el próximo gran exclusivo de PS4. Y es que... ¿quién no ha presumido de padre alguna vez?

Esperamos que os guste, y ya os adelantamos que se trata de una historia inventada totalmente ajena al juego de PlayStation 4 que se estrenará el próximo 20 de abril y que no contiene ningún tipo de SPOILER. Podéis estar tranquilos.

Pater Familias

Por un profundo valle de rocas y rodeado de altos pinos que apenas dejaban pasar la luz de las últimas horas de la tarde, un joven caminaba de vuelta a casa con su caza a hombros.

El cansancio de un largo día de quehaceres hizo que el chico bajara la guardia e inesperadamente se encontró rodeado de demonios salidos de la tierra de aquel paraje inhóspito.

En cuanto se percató de la situación, soltó el jabalí que cargaba y asió rápidamente su arco; la primera flecha impactó en la frente de la criatura que tenía justo delante. Ésta desapareció entre ascuas anaranjadas y cenizas negruzcas. Uno de los demonios le agarró por el brazo izquierdo, impidiéndole seguir atacando a sus enemigos. Cuando ya creía que no saldría con vida de aquella situación, una lanza atravesó el pecho del monstruo, que estalló como el primero y dejó ver a su espalda a otro chico, algo mayor que él, empuñando el arma con gesto serio. Entre los dos, se deshicieron del resto de criaturas en pocos minutos.

–No deberías ir por ahí solo si no sabes luchar contra los demonios –le increpó el joven de la lanza. Ante el silencio del preadolescente, éste continuó–: ¿Ni siquiera me vas a dar las gracias?

–Habría podido con ellos yo mismo –contestó mientras recogía el animal muerto que serviría de cena esa noche.

–No parecía que fuera a tener ese final. ¿Nadie te ha enseñado a usar un arco?

–Mi padre me ha enseñado todo lo que sé.

El chico dirigió una mirada severa a su salvador, invitándole a finalizar la conversación y que cada uno siguiera su camino. El mayor, sin embargo, no interpretó la señal y continuó caminando a su lado.

–Pues tu padre tampoco debe de ser un gran guerrero. Yo te puedo enseñar algunas cosas que he aprendido del mío. –El muchacho tendió su mano–. Me llamo Rurik, por cierto.

–Atreus –contestó el otro.

–Mi padre me entrenó en el arte de las lanzas y las alabardas, así como complementarlas con un ducho combate cuerpo a cuerpo. ¿Qué me dices, Atreus?

–No necesito nada de eso –replicó levantando el tono de voz–. Sigue tu camino si no quieres que te lo demuestre.

–¿Así me agradeces que te salve la vida? Te ofrezco aprender las técnicas de mi padre; de alguien que ha luchado en cientos de batallas contra ejércitos de todas las regiones y de todos los mundos, que se enfrentó él solo a decenas de esas cosas que te han atacado y que ha conseguido domar animales y criaturas que seguramente tu padre jamás habrá visto en su vida.

–Mi padre ha vencido ejércitos enteros de no muertos, gorgonas y minotauros, sin haber tenido su propio ejército detrás, ha derrotado a los titanes más grandes y poderosos que te puedas imaginar, ha desafiado a los dioses del Olimpo y dado muerte a muchos de ellos, incluido su propio padre. Ha sido traicionado y herido gravemente en incontables ocasiones, lo han dado por muerto y ha logrado recuperarse, venciendo al mismísimo Hades y volviendo del Inframundo. Ha asesinado de las formas más crueles, sangrientas y dolorosas que te puedas imaginar, demostrando maestría con armas forjadas en el mismísimo Infierno. Ese es el hombre que me ha enseñado todo lo que sé.

Ante la descripción que hizo el joven de su progenitor, la cara de Rurik dibujó un gesto mezcla de incredulidad y miedo. No pudo evitar la pregunta:

–Pero... –titubeó– ¿Quién es tu padre?

–Mi padre es el dios de la guerra –contestó Atreus, al tiempo que pudo ver el terror en los ojos de Rurik, que un instante después huía de él.

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