Uno de los temas que actualmente está en boca de todos es la duración. Que si duración por aquí, que si duración por allá. De un tiempo a esta parte, si nos paramos a pensar, la duración de los videojuegos ha llegado a ser un asunto clave.

Uno se acuerda de aquellos tiempos en que ni siquiera teníamos en cuenta este parámetro, ¡en serio! Y oye, aún así te lo pasabas bomba jugando.

Antiguamente -me temo que ya se puede empezar a usar este término- la duración de los juegos se cambiaba por un concepto que ya no se oye, quizás porque no suena muy bien, pero antes incluso aparecía en los análisis como un elemento más: adicción.

Algunos tal vez recuerden esos tiempos en que, al pie de un análisis, veías las notas separadas para gráficos, sonido, jugabilidad y, sí amigos, adicción.

No descubro la pólvora si cuento que había juegos que te pasabas, y volvías a empezar, y te volvías a pasar, y volvías a empezar, una y otra vez. Lo increíble del tema es que ni siquiera había trofeos, y muchas veces tampoco desbloqueables. Había el simple placer de jugar, de ir avanzando y perdiendo menos vidas, hasta lograr la proeza de pasarte el juego con una partida sin continuar o, si ya eras muy friki, sin perder una sola vida. Eso, unido a una sencilla tabla de hi-scores, era todo cuanto necesitábamos para picarnos. Porque lo que era el juego, de seguido, podía durarte perfectamente un par de horas y da gracias.

Con el tiempo fueron apareciendo juegos mucho más largos, que sin embargo, casi sin excepción, se caracterizaban por una cosa: eran poco rejugables. Se podría decir que esa adicción, consistente en correr a por el mando para empezar a pulsar botones compulsivamente, se fue sustituyendo por una historia más elaborada, una trama envolvente, una especie de película interactiva, para entendernos.

Por supuesto hay juegos que, siendo largos, también conservan esa adicción, es decir, el simple gusto por mover a nuestro personaje, saltar, disparar o lo que sea, simplemente porque ya supone una diversión. Estos juegos son lo que hoy en día llamamos obras maestras o must have, al menos para mí.

Pero pienso que es una pena que la duración haya pasado a ser un tema tan determinante, y que nadie se acuerde de que esto va, ante todo, de JUEGOS. Es muy injusto que algunos títulos queden condenados a priori, tan sólo porque su duración no alcanza el estándar de diez horas, que parece ser el nuevo mínimo exigible. Da la sensación de que la gente divide el dinero que cuesta un juego entre las horas que dura, a ver a cuánto les sale la hora de "vicio" (otro término que hoy chirría). Pero ése no es el vicio propio de la adicción amigos, es otra cosa.

Y ojo, que yo soy un ferviente defensor de los modos para un jugador, las historias y las aventuras. Tampoco soy muy amigo de esos juegos que sólo tienen un modo online y que, irónicamente, son lo más parecido a los juegos clásicos, en el sentido de que te diviertes echando partida tras partida, jugando siempre a lo mismo. Eso sí, cuando enganchan...

La última vez que me pasó eso fue con el modo Exterminatus del Space Marine. Eso era adicción amigos: llegar a casa con unas ganas locas de jugar, siempre a lo mismo, pero conociendo cada vez mejor de dónde venían los enemigos, cómo matarlos, o dominando las clases disponibles, etc. El reto era sobrevivir, acumular puntos, avanzar por los niveles... Pero la base de todo siempre fue y debería seguir siendo divertirse. Si a eso encima le añades un buen modo historia, que además sea rejugable... ¿de verdad nos importa que no dure diez horas? Creo que hay que salir de la obcecación por la duración y apreciar el producto en su conjunto.

Ahora vemos muchos juegos de realidad virtual que están siendo castigados por su escasa duración y seamos justos: los hay que son una verdadera cutrez, así, como suena, pero hay varios juegos que han sido tratados demasiado mal solamente porque no ofrecen una aventura duradera, cuando en realidad son muy divertidos. Me viene ahora a la cabeza el StarBlood Arena, que yo mismo analicé hace poco: os confieso que me ha sorprendido lo bajo que lo han puntuado en algunos medios porque "no tiene modo historia". Pero vamos a ver, alma de cántaro, ¿qué historia vas a poner con unas naves flotantes en medio de unas arenas? ¡Tendrían que hacer directamente otro juego!

Eso es lo que puedo deciros, lo que yo pienso de la duración. Mi política es tenerla en cuenta, pero fijarme también en qué otras cosas ofrece un juego. Algún otro día puede que escriba sobre las notas de los análisis: he descubierto que, sin tenerlas tanto en cuenta, disfruto mucho más de lo que yo realmente quiero... Pero esa es otra historia.