He de reconocer que me daba miedo escribir sobre Outer Wilds, ha sido analizado tantas veces, se ha teorizado sobre su significado, y hay varias interpretaciones posibles, pero he reducido todo esto a mi parte personal, al viaje que ha significado y a todo aquello que he vivido mientras exploraba su sistema solar.

La construcción de la narrativa en este título nos deja un papel en blanco desde el inicio, que vamos rellenando a medida que descubrimos cosas, a medida que leemos, o que vemos simbología crucial para nuestro objetivo, pero, ¿Cuál es este objetivo?

Aquel que nos marca el propio juego es el de descubrir el “Ojo del universo”, e intentar evitar la supernova que ocurre pasados varios minutos de bucle temporal, que, al producirse, nos llevará de nuevo al saco de dormir inicial. Entendí cual era mi misión, y los pasos que debía dar para conseguirlo, pero quizás en algunos puntos se difuminaba en varios aspectos y no lograba entender que era aquello que necesitaban de mi para seguir avanzando.

Esos momentos en los que hacia “click” en mi cerebro me ayudaron a continuar, y así descubría varios pasos que me llevaban al siguiente objetivo, al siguiente cometido en este periplo espacial. He pasado momentos de desesperanza, momentos de alegría, de incertidumbre, de contener la respiración por llegar a la nave con solo diez segundos restantes de oxígeno, pero he sonreído, al llegar, al descubrir, y al hablar con aquellos que decidieron emprender el viaje antes que yo.

Sensaciones

Explorar en Outer Wilds no solo significa ahondar en todo aquello que hace falta para destapar el cometido de los Nomai, esa raza, en apariencia aniquilada en este sistema, que desea descubrir más allá del universo, y utiliza la ciencia para dibujar cada vez más lejos la línea del horizonte, también significa seguir andando en tu propio camino, en ir descubriendo piezas de tu propio puzle interior.

Siempre he pensado que dependiendo de en qué momento de nuestra vida juguemos un videojuego, la experiencia puede cambiar completamente, y algunos de ellos se pueden presentar en instantes más idóneos que otros, pero esto es como los magos, nunca llegan ni pronto, ni tarde, solo cuando se lo proponen.

Las sensaciones que transmite este título difieren dependiendo de quién lo juega, de lo que estés experimentando en tu interior, y del tiempo dedicado al mismo. Todo ello crea un abanico de momentos, y algunos de ellos te dejan con cara de “esto es cine” pero te das cuenta que el mando lo tienes en tu mano, y que es tu mano quien ha guiado a tu astronauta, el cual tiene sus propias emociones, sus propios miedos, y sus propios sueños.

Aunque el desarrollo de este personaje no sea de una profundidad abrumadora, comprendo que su cometido es de ser tu compañero de viaje, y un fin para no sentirte lo solo o sola que te puedes sentir cuando te lanzas con una nave al espacio exterior. Sacar las herramientas a nuestro alcance me recordaba que no estaba solo en esto, voy con alguien, aunque no hablemos, sabemos que estamos ahí, o al menos así me lo parecía.

Con esto no quiero decir que tuviera conversaciones imaginarias con el originario de Lumbre, simplemente caminamos juntos para descubrir todo aquello que nos aguardaba. Cada uno de los planetas de Outer Wilds tiene su propia personalidad, sus secretos, su rebeldía necesaria para decirnos que no hay que confiarse por las apariencias, ni por la situación.

Malvaviscos

Siempre me ha fascinado conocer civilizaciones antiguas, e imaginadas, pienso que es muy valiente adentrarse en crear toda una cultura, tanto a nivel de costumbres, vestimentas, arquitectura, contenidos académicos, o simplemente reflejar su forma de escribir e imaginar el mundo en el que viven, y que para esa civilización es toda una realidad.

Outer Wilds sabe construir todo ello de una forma redonda y sin fisuras, en varios momentos te percatas de descubrir un mundo de posibilidades simplemente por leer una conversación extinta, o simplemente, empatizas con aquello que están sintiendo los Nomai que han dejado por escrito algo importante en sus vidas. Además, te permite jugar con sus mecánicas, pero ellas también juegan contigo, y como en un escondite, se juega por turnos, pero siempre acaba siendo de forma sana.

Todas estas palabras no están escritas para convencerte de jugar a este juego, siempre ha de ser una decisión personal y propia, sin que la presión te lleve a ponerte a los mandos de una experiencia que no quieres vivir, ni siquiera esa presión fantasmal de “debes jugar a esto que es muy bueno y te cambia” que oyes o lees sin cesar en varias ocasiones, Outer Wilds es una emoción nueva, que aprendes al experimentarla por primera vez, y si no te cambia, no pasa nada, no es una obligación vivir un cambio que otras personas han tenido bajo la misma vivencia.

Mi viaje comenzó simplemente por mi empecinamiento en pasarme cuantos títulos de exploración espacial o ciencia ficción interplanetaria me fueran posibles antes de la salida de Starfield, y este me convenció como primera opción, por su apariencia, por todas las palabras buenas que ha recibido hasta hoy, y porque quería adentrarme en ello por decisión propia.

Todos aquellos momentos vividos de tensión, desasosiego, de vacío, de perdida, o de incertidumbre, se fueron convirtiendo en convicción, aprendizaje, esperanza, determinación, y otras tantas motivaciones más que me ayudaron a ajustar cada aterrizaje, cada movimiento al límite, cada “corre que llegas a este punto, no lo pienses”.

Supernovas

La música que nos acompaña es un personaje más, es otra mano amiga, que cuenta una historia, que transmite un mensaje, y que sabe aparecer cuando es necesario, todas las sensaciones que evoca su música se comprenden en su escucha, y simplemente, se sienten, incluso la ausencia de ella nos transmite algo concreto, momentos diana a los que atender. Al igual que en ocasiones te paras a escuchar la música, es importante pararse a descansar con el resto de viajeros y viajeras, de aprender escuchando y leyendo, o simplemente, darse un momento de respiro, algo tan necesario en el día a día, o en el bucle a bucle.

Hay videojuegos que te impulsan, te motivan, y te llenan sin razón aparente, ya sea por su historia, sus mecánicas, u otras cuestiones, pero es que esa razón también reside en ti, y en tu visión de todo aquello que ha sido mostrado delante de tus ojos. Outer Wilds tiene su parte de soledad, algunas veces deseada, pero me he dado cuenta del poder de unión de las hogueras, de que un malvavisco no es necesario para sobrevivir, pero te calma, y que, hablar y escuchar, son acciones esenciales en este medio.

Me ha resultado una experiencia que te invita a descubrirte en varios aspectos, que te invita a indagar en cuestiones que quizás no te apetecen, pero, en ocasiones, una supernova es un espejo al que mirarse, y puedes reiniciar el bucle cuando tu elijas, aunque no sea fácil salir de él, ojalá encuentres las herramientas para hacerlo.

Espero, viajero o viajera, que todo lo que hayas leído te sirva para conocer un poquito más de cerca lo que he vivido en Outer Wilds, aún sigo pensando en varios de sus puntos, en varios de sus momentos, pero hay una cosa que no me puedo quitar de la cabeza, y es el mero hecho de explorar, de ir más allá, y de tratar de contener mi propia supernova, para aprovechar toda esa energía en algo bueno, en algo pleno, así que aquí me despido con un "See you space cowboy..."