Wolfenstein 3D fue el primer FPS que probé, y lo hice, ojo, no en un ordenador, sino nada más y nada menos que en la Super Nintendo, con dos narices. Le siguieron muchos, ya en PC, como Doom, Blood, Heretic, Hexen, Duke Nukem 3D, Shadow Warrior... ¡qué vicios! Pero Wolfenstein 3D, con su entrañable sencillez, siempre será el primero, ese juego que recuerdas con especial cariño.

Desde entonces, la saga Wolfenstein ha recibido diversas entregas con resultados irregulares, pero fue hace relativamente poco, con la llegada de Wolfenstein: The New Order (2014), cuando este videojuego se reconcilió con sus orígenes, de forma similar al último Doom. Los desarrolladores han dejado aparcadas las mecánicas complejas y se han ceñido a la jugabilidad directa, la de antaño, en medio de lo que podría considerarse una moda de vuelta a lo retro, pero con la calidad gráfica que cabe esperar de los productos actuales. Y los resultados, a la vista de las críticas, han sido más que positivos.

Dejando de lado Wolfenstein: The Old Blood (2015), una especie de expansión del anterior, lo que tenemos aquí es la verdadera secuela: Wolfenstein II: The New Colossus. Y de este juego es del que voy a hablaros, queridos lectores.

Analizar un título como éste es en apariencia sencillo, porque tengo la sensación de que en realidad no hay mucho que decir. Quienes habéis jugado a la primera parte, sabed que esta segunda es más de lo mismo... ¡de eso mismo que tanto nos gustó!

La historia arranca exactamente donde finalizaba The New Order. Por si aún no lo habéis jugado, vamos a evitar spoilers, pero baste saber que somos William J. Blazkowicz, miembro de la resistencia en un mundo donde se supone que los nazis ganaron la Segunda Guerra Mundial. Medio planeta está bajo el dominio del Tercer Reich, incluyendo por supuesto los Estados Unidos de América, donde se desarrollan los acontecimientos de esta secuela.

Nuestro equipo ha secuestrado un submarino nazi que hace las veces de base, y poco a poco se irá llenando de nuevos miembros a medida que avanza la historia. Resulta encomiable el estilo que desborda cada recoveco, cada camarote, personalizados en función de quienes los ocupan. Y es que nuestros camaradas no son simples monigotes animados, ya que todos desprenden una gran personalidad y participan de forma muy activa en el desarrollo de la trama.

Aunque algunas de las misiones tienen lugar en el propio submarino, incluyendo algunas secundarias para alargar la vida del juego, será en tierra, a lo largo y ancho de Estados Unidos, donde tendremos que afrontar los más grandes retos a la caza de la General Engel, una importante antagonista de la primera parte que sigue haciendo de las suyas.

Los distintos mapeados son sin excepción extensos, con varios posibles caminos a tomar, bastante variados entre ellos y, lo que es más importante, están sembrados de soldados nazis. ¡Ay los nazis! ¿Puede haber mejores malos para un videojuego? Definitivamente no. Los nazis tienen algo en el imaginario colectivo que los hace naturalmente malvados, fanáticos y, por qué no decirlo, en cierto modo fascinantes. Escuchar los gritos de los soldados en perfecto alemán mientras van de un lado a otro para liquidarnos ya basta para ponernos los pelos de punta.

En algunas zonas la cosa consistirá en ir disparando a medida que avanzamos hasta el siguiente punto de control. En otras, como ya pasaba en la primera parte, podremos optar por la opción del sigilo, ya que habrá unos comandantes que serán los encargados de dar la voz de alarma si alguien nos descubre. Llegar hasta estos oficiales para matarlos en silencio será la mejor forma de evitar oleadas de nazis fanáticos que llegan en tropel. Y si ya de por sí las voces de los simples soldados resultan inquietantes, el escuchar a estos comandantes gritando “ALARM!” en medio del fregado directamente te hiela la sangre. La infiltración es complicada, y muchas veces en una misma zona no hay uno sino dos oficiales, con lo que en la práctica acabaremos a tiro limpio. Por lo pronto, si queréis tener alguna opción para infiltraros, haceros con un silenciador lo antes posible, ya que a lo largo del juego encontraremos diversos kits de mejoras para armas.

Hablando de armas, tendremos una variedad generosa, aunque puede que no usemos más que un par que acabarán siendo nuestras favoritas. Por cierto, podemos empuñar una o dos, o una combinación de dos distintas. Además, existen unos accesorios entre los que nos darán a escoger uno en un punto de la aventura: unos zancos de combate (sic), un especie de chaleco constrictor y un arnés de potencia. En la práctica, estos artilugios sirven para encontrar caminos alternativos, ya sea llegando a zonas más elevadas, colándonos por conductos estrechos o derribando compuertas respectivamente. Sin embargo, estos artefactos tienen asociadas unas habilidades especiales y distintas, aunque no queda muy claro por qué. Por ejemplo, los zancos nos darán la ventaja “Terror Billy”, gracias a la cual los enemigos que nos vean se quedarán unos segundos petrificados, incapaces de reaccionar. Aunque como he dicho sólo se puede escoger uno de estos artilugios, si nos molestamos en realizar las misiones de eliminación de los oberkommandos -consistentes en regresar a los mismos mapas ya jugados para matar a importantes oficiales nazis-, podremos encontrar los otros dos.

De la historia no puedo hablar mucho para no destripar nada, pero es importante recalcar que, justo cuando el juego podría empezar a ser algo monótono, sabe incluir un giro de los acontecimientos que enseguida te vuelve a enganchar. Concretamente hay tres partes de la aventura que son una verdadera delicia y que tendréis que descubrir por vosotros mismos. Las mecánicas jugables se combinan con escenas cinemáticas hechas con el motor del juego, que contribuyen a generar un rico trasfondo y a identificarnos fácilmente con el protagonista. Además, a lo largo de nuestras peripecias podremos recoger desde recortes de prensa hasta discos de vinilo, pasando por postales, cartas coleccionables y otros documentos. Aunque sería en el fondo falso afirmar que esto dota de rejugabilidad al título, lo cierto es que si queréis conseguirlos todos tenéis asegurado Wolfenstein para muchas, muchas horas.

Los gráficos son una gozada. Cuando ves un juego como éste, o como el último Doom, corriendo a 60fps suaves como la seda, uno se pregunta por qué hay juegos con gráficos mucho peores funcionando a sólo 30fps. Como sabéis, una de las promesas medio incumplidas de PlayStation 4 es que los juegos correrían a 1080p y 60fps (requisito por cierto de la realidad virtual de PSVR). Bueno, pues este Wolfenstein II: The New Colossus, igual que su predecesor, cumple con creces, sin caídas de frame rate y con unos gráficos llenos de elementos en pantalla, explosiones, efectos de luz, enemigos por doquier y una formidable ambientación. Bravo en este aspecto.

En el apartado sonoro tenemos que distinguir entre la música, los efectos de sonido y las voces. Una distinción obvia, pensaréis, pero que aquí adquiere una nueva relevancia. La música es francamente anodina, y en más de una ocasión, al jugar, pensaba: “tengo que fijarme en las melodías para el análisis”, y al poco de empezar me olvidaba completamente. Y esto ocurría sencillamente porque la música o bien está ausente o, de haberla, no logra transmitir la tensión que pretende. Los efectos de sonido, por el contrario, son decentes, sin ser geniales, pero cumplen a la perfección. Y las voces... señores, ¡menudas voces! El juego viene doblado al castellano, y el trabajo es sencillamente brillante. Tenemos a actores de doblaje de primer orden, de modo que da gusto escuchar a cada personaje. Incluso, en las propias misiones entre los nazis, no será raro escuchar a dos soldados hablando en alemán (subtítulos mediante), con una calidad igualmente sobresaliente.

Conclusión

Wolfenstein II: The New Colossus es una continuación natural de la primera parte. Analizado como juego per se, es sin duda sobresaliente. Como secuela, peca quizás de ser demasiado continuista, sin aportar realmente novedades. Eso sí, cuando lo que se continúa es una gozada, eso siempre es bueno.

En unos tiempos donde se llega a cuestionar el futuro de los juegos para un jugador, llega éste y da un golpe sobre la mesa, recordándonos que uno solo, frente a su televisor, sin más compañero que el Dualshock 4, se lo puede pasar bomba durante muchas horas.

En definitiva un juego muy recomendable si te gustó la primera parte y tienes ganas de más, y casi obligatorio para quien la dejó pasar y es amante de la acción directa y sencilla, que no simple.

Dónde comprarlo

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