A día de hoy, existen dos grandes tipos de videojuegos para la realidad virtual: están los que intentan seguir la estela de los juegos al uso y están los que siguen la escuela de los juegos tradicionales, ésos que fundíamos en las recreativas de los 90 y que consistían en ir echando monedas de 25 pesetas hasta gastar cada vez menos porque te habías vuelto un virtuoso, cuando entonces el juego ya no tenía misterios. Nadie se fijaba en la duración, porque te mataban constantemente y la cosa consistía en llegar al final de una pieza, o con una serie de continues limitados, incluso en consolas de sobremesa. No había grandes secuencias finales y te dabas con un canto en los dientes si aparecía alguna ilustración.

Los juegos de realidad virtual que han seguido el primer camino, salvo honrosas y notables excepciones, no han terminado de convencer. Seamos realistas: casi nadie ha querido invertir en un juego de envergadura para un periférico incipiente de una tecnología nueva. Así que tuvimos muchas de esas llamadas experiencias, que casi daban más rabia que otra cosa, porque te ponían la miel en los labios y poco más.

Los juegos del segundo tipo, sin embargo, están más encajados en la realidad virtual y, dentro de sus honestas aspiraciones, ofrecen lo que prometen. No deja de ser irónico que la tecnología más vanguardista se dé la mano con el estilo más tradicional. StarBlood Arena es eso: un videojuego de disparos en primera persona a bordo de naves espaciales, adictivo, jugable y sencillo.

Antes de nada, debo confesaros que yo no soy muy ducho en juegos online. Aunque los pocos que me han atrapado me han tenido pegado a la pantalla, normalmente prefiero el ritmo más pausado de las partidas para un jugador. Y os digo esto porque StarBlood Arena es, ante todo y sobre todo, un juego online. Por tanto, si eres un fanático de estos videojuegos, de los que se pasaban horas fundiendo el Counter Strike y demás, y tienes PlayStation VR, este análisis ha terminado: compra el juego. Si por el contrario, como yo, eres más individualista y menos de "gatillo fácil", sigue leyendo.

Lo primero que vemos es una intro sencilla, en la que dos presentadores, el robot J3-ry y el alienígena Grox, nos hablan en perfecto castellano mientras las espectaculares naves pasan a nuestro alrededor, disparando y hasta explotando. Resultón sin más. Después nos desplazamos a una especie de plataformas flotantes, a modo de briefing, en medio de lo que parece una gigantesca base o nave espacial. Y ahí, con la omnipresente compañía de estos dos dicharacheros personajes, que no dejarán de hacer chistes fáciles, iremos desgranando los distintos modos de juego.

Tenemos por un lado el modo online, y por otro el modo para un jugador. El primero se divide en cuatro pruebas: masacre todos contra todos, masacre por equipos, fútbol e invasores. Las dos primeras no necesitan presentación: lucha todos contra todos, o equipo contra equipo, con un máximo de ocho jugadores, un límite de tiempo y diversas opciones que podemos configurar antes de repartir leña. Hay un total de doce circuitos diferentes, lo cual no está nada mal. Si a eso añadimos la presencia de nueve personajes - sí amigos, en mis primeras impresiones había contado bien -, con sus respectivas naves bastante diferentes entre sí, tenemos una variedad muy digna de posibilidades donde elegir.

Además, en medio de las partidas hay lo que se llaman eventos, que responden a la audiencia, ya que esto es, recordemos, un programa de la TV galáctica con sus presentadores y todo. Estos eventos pueden ir desde la llegada de bots centinelas para complicar las cosas hasta la aparición de unas torretas lanza-monedas que, así por el morro, nos regalan créditos si queremos entretenernos en cogerlos mientras los rivales tratan de pulverizarnos. Por último, a lo largo de los escenarios encontraremos unas cajas de colores con power-ups (potenciadores) temporales, como mayor daño, resistencia, fijación anticipada de los enemigos, etc.

El modo fútbol es una especie de masacre por equipos, donde sin embargo gana la partida el conjunto que más goles anote, cogiendo una pelota flotante -que, además, es una bomba y explota si no la sueltas al poco tiempo- y lanzándola contra unas porterías en forma de portales luminosos. Y el modo invasores es un survival cooperativo donde tendremos que defender una serie de bases que son atacadas por bots enemigos en distintas oleadas. Las bases tienen su propia resistencia, que se regenera con cada nueva oleadas, y los bots en este caso parecen más bien como parásitos o alienígenas monstruosos, que van cambiando y siendo cada vez más duros. Muy divertido para jugar con amigos.

Por otro lado, el modo para un jugador se divide en tres partes: un tutorial que de hecho nos invitarán a jugar nada más iniciar nuestras andaduras, un modo skirmish (o escaramuza) calcado al online, y un modo llamado Burn Circuit, que a fin de cuentas son diversas pruebas del skirmish a superar, tras lo que descubriremos la historia detrás de nuestro personaje y nos regalarán un traje para el mismo; esto es lo más parecido a un modo para picarse jugando solo, ya que si quieres enterarte de todas las historias y conseguir todos los trajes, necesitarás bastante tiempo, y ojo porque no podrás acceder a la siguiente prueba hasta haber quedado el primero en la anterior. Además, la inteligencia artificial de los bots enemigos es bastante digna, sobre todo en una segunda vuelta con mayor dificultad. Sin embargo, reitero que el modo Burn Circuit no deja de ser más de lo mismo, es decir, nada ni remotamente parecido a un modo historia.

Todo esto se adereza con dos modalidades distintas de disparo, un tercer tipo de disparo del arma pesada (que cargaremos al recibir o infligir daño), el uso de misiles y las minas. Las últimas son iguales para todas las naves espaciales: se quedarán flotando tras nosotros y se acercarán para explotar junto al primer incauto que nos siga. Todo lo demás es único para cada nave, lo que significa que hay cuatro tipos de ataques disponibles por personaje. Aunque lo que disparas son armas al fin y al cabo, y no es fácil crear 36 tipos de ataques distintos en total, la gente de WhiteMoon Dreams se lo ha currado, confiriendo a cada piloto y su vehículo una personalidad única, y por supuesto un estilo de juego diferenciado.

Este derroche de disparos, explosiones, naves y escenarios sobrecogedores no sería lo mismo de no ir acompañado por un acabado gráfico a la altura. Y en este sentido StarBlood Arena cumple con creces. Pueden decir lo que quieran, pero PlayStation 4, la clásica, la de siempre, se basta para mover juegos muy vistosos de realidad virtual. En este StarBlood Arena tanto las naves espaciales como los entornos están muy bien recreados, con un leve estilo cartoon (dibujos animados) que les sienta fenomenal. Pero la guinda se la llevan los personajes, que son una gozada de lo bien hechos que están y lo carismáticos que resultan. Mención aparte para el interior de cada una de las naves espaciales, perfectamente recreada: es una maravilla sentirse en los controles de cada cabina, muy distinta de las demás, y ver nuestro cuerpo según el personaje elegido. Además, todo se mueve con gran fluidez bajo un control preciso e intuitivo.

Sobre los mareos creo que hablo por compromiso, porque yo he dejado de sentirlos: dicen que esto depende de cada persona, pero yo, sentadito en mi butaca, ya acostumbrado a PlayStation VR, no siento nada distinto a cuando juego con la tele. Si acaso, imagino que debo decir que StarBlood Arena no marea especialmente, no al menos más que cualquier otro juego de realidad virtual.

Los efectos de sonido están bien conseguidos, con un ruido característico e inconfundible para cada una de nuestras armas, además del zumbido propio de la cabina. Incluso nuestro personaje hace comentarios a medida que lucha en la arena, aumentando la sensación de inmersión y despertando más de una sonrisa. Esto se adereza con una música de tipo rock que simplemente acompaña de forma correcta, pero se agradece.

Hasta aquí lo bueno. Lo malo, que también lo hay, es que StarBlood Arena es lo que es desde el principio, sin mucho donde escarbar. En mis impresiones del juego os dije que los desbloqueables eran uno de los grandes alicientes del mismo, y de hecho así se intentan presentar, pero lo cierto es que no pasan de anecdóticos. Los distintos trajes para los personajes, así como los diferentes cascos para las naves espaciales, son en realidad skins, con más o menos inspiración. Esto no deja de ser decepcionante: prefiero dos modelos bien diferenciados, que cuatro o cinco variantes del mismo. El resto son pinturas para personalizar las naves y objetos curiosos para decorarlas de formas bastante surrealistas.

Lo mejor sin duda son los adornos interiores, que se ven en todo momento en la cabina mientras jugamos. Estos desbloqueables se pueden comprar con los créditos obtenidos en el juego, en forma de latas de J3-ry  o cajas de Grox. Además, mientras jugamos y realizamos determinados logros, iremos consiguiendo unos bonus permanentes a utilizar en las partidas por equipos. Pero insisto en que StarBlood Arena no ofrece nada a desbloquear como para picarnos. Por suerte, sus dinámicas se sustentan en la simple jugabilidad.

Conclusión

StarBlood Arena no engaña a nadie, ni pretende hacerlo. Se trata de un juego online de tipo arcade, en el que se ha incluido un modo para un jugador cogido con alfileres. Sin embargo, es lo que debe ser: muy jugable, adictivo y disfrutable, con unos gráficos muy vistosos, unos modos de juego, número de escenarios y personajes/naves disponibles más que dignos, y la simple intención de divertirnos, cosa que consigue. A poco que te gusten los juegos online de este tipo, en mi opinión se trata de una compra muy recomendable. Si por el contrario eres de esos que se pasan el modo historia de un juego y lo dejan aparcado, tal vez prefieras considerar otras opciones.