Puede que algunos de vosotros no lo sepáis, pero en AllGamersIn nos gusta acompañar la llegada de ciertos videojuegos de un relato, una historia inventada que viene a expandir el universo del juego, a reimaginarlo, a contar partes que nunca pasaron en el juego o simplemente están en nuestro imaginario.

En este caso os venimos a contar un relato sobre Star Wars Jedi: Fallen Order, el próximo trabajo de Respawn Entertainment que ha conseguido elevar las expectativas y recuperar la fe en todos esos aficionados a la saga galáctica que estaban deseando disfrutar de una experiencia narrativa para un solo jugador, una buena historia sobre su saga favorita.

Así que nada mejor que celebrar una historia con otra. Poneos cómodos y prepararos para este breve relato, que esperamos disfrutéis:

Relato de Star Wars Jedi: Fallen Order, así cambió mi vida

Era una noche dura. Todos los músculos de mi cuerpo estaban entumecidos, apenas sentía los dedos bajo los guantes. Seguramente era el mayor temporal de todo el año, y en aquel planeta un año entero era mucho, mucho tiempo.

Pero daba igual, para el Imperio somos escoria, mano de obra barata y totalmente reemplazable. El trabajo en aquel carguero era duro, los materiales con los que trabajábamos ruinosos en el mejor de los casos, y la seguridad laboral… mejor no me hagáis hablar de eso. El número de víctimas mortales era algo que ya ni se molestaban en disimular.

Al menos tenía una forma de ganarme la vida, no todos podían decir lo mismo. El nuevo régimen dictatorial había terminado con las guerras y había hecho rica a mucha gente, eso era verdad, pero me indignaba cuando uno de los trabajadores decía, en las pocas horas de descanso que teníamos, aquello de “con el Imperio no se vive tan mal…”.

Pensar en eso no iba a servir de nada. En apenas un par de horas estaría de camino a casa, si es que a esa cabeza derribaba de AT-AT ataviada con un colchón pulgoso y un puñado de mantas se le podía llamar así. “Al menos estás vivo, sigue trabajando y no llames la atención”, me repetía una y otra vez.

Pensar en el hogar era un consuelo. Quejarnos en voz baja del Imperio con mi compañero Krun era otro. Era mi único amigo, y eso que apenas teníamos nada en común. Sus modales eran rudos pero, aunque no lo reconociera, tenía un corazón enorme. Juntos compartíamos muchas confidencias, aunque jamás le revelaría mi gran secreto.

Los cálidos pensamientos con los que intentaba luchar contra el frío atroz se vieron bruscamente interrumpidos por un crujido. Krun y yo nos miramos al instante, y enseguida nos pusimos a buscar con la mirada la procedencia. El viento aullaba y la lluvia caía como una cortina, densa y helada. Apenas veíamos un par de metros más allá de nuestras narices, era imposible saber qué había provocado aquello.

Un escalofrío recorrió mi espalda, como un latigazo, y lejos de inmovilizarme provocó el efecto contrario, activó todos mis músculos, giré el cuello y vi que uno de los cables tensores se estaba deshaciendo a una velocidad fatal.

Toda la plataforma se inclinó peligrosamente, precipitando nuestros cuerpos, las herramientas, los contenedores y todo lo que nos rodeaba hacia el fatal borde, al que seguía una caída de cientos de metros al abismo, directos a las fauces de un Sarlacc.

Una muerte segura. Con mis reflejos conseguí sujetarme a un cable mientras buscaba a Krun con la mirada.

Entonces le vi… y el tiempo se detuvo. No tenía nada con lo que agarrarse, él lo sabía, había dejado de agitar los brazos y las piernas buscando desesperadamente aferrarse a la plataforma. Ya no. Sus ojos se posaron en los míos y pude leer en ellos el miedo, un terror puro, salvaje. Una vez más esa electricidad sacudió mi interior, pero esta vez no me llevó a expulsar adrenalina, sino a todo lo contrario.

Actué sin pensar, recordando las lecciones de mi maestro, escuchando resonar su voz en mi cabeza. Respira hondo. La fuerza te rodea. Está en la lluvia, está en el aire. Estiré el brazo y, de inmediato, el cuerpo de mi amigo quedó suspendido, flotando ajeno a las leyes de la gravedad.

Krun abrió mucho los ojos, y en su expresión de dibujó toda una gama de sentimientos. Primero asombro, luego alivio, incluso pude notar una pizca de rencor. Su mirada parecía preguntar “¿Cómo me has tenido engañado todo este tiempo?

Mientras elevaba sus 150 kilos de rugosa piel hasta un trozo de la plataforma que seguía intacto y horizontal. En el momento en el que trepé por el cable y alcancé su posición seguía sentado, agotado, apenas sin aire, pero sacó fuerzas para dedicarme dos palabras: “Gracias… tranquilo”.

Sabía que él nunca me traicionaría, a pensar de que el Imperio pagaba muy bien cualquier información sobre los Jedis, un dinero con el que podría salir de aquel horror y darle una vida mejor a su mujer y su pequeña. La lealtad estaba por delante. A pesar de ello, miré nervioso a mi alrededor y entonces me percaté de toda la función que nos rodeaba. Trabajadores que corrían hacia nosotros, algunos mirándome extrañados, otros en cambio se alejaban. Por el rabillo del ojo pude ver a varios soldados imperiales señalándome y hablando por el intercomunicador. Mala señal.

La puerta de la base se abrió y el general al mando corría acompañado de su escolta. El temporal hacía inaudible sus gritos, pero era evidente que iban a por mí. Me habían descubierto. Adiós a la tapadera. Adiós al esconderse. Adiós a la vida a la que me había acostumbrado los últimos años.

“Corre”, acertó a decir Krun. Le miré solo un segundo, no sabía qué decirle, pero en su cara leí agradecimiento, y seguro que él leyó en la mía lo mismo. Y eso hice, corrí, corrí como hacía tiempo no lo hacía. Ya no sentía frío, ya no sentía la lluvia.

Solo sentía alivio.

Así empezó mi historia. El próximo 15 de noviembre podéis conocer el resto, cuando Star Wars Jedi: Fallen Order llegue a PlayStation 4, Xbox One y PC. Allí os espero.

Que la fuerza os acompañe.

Cal Kestis.