Introducción

Hace ya mucho tiempo, cuando Capcom lo petó con su Resident Evil para la primera PlayStation y se acuñó el concepto de survival horror, varias desarrolladoras probaron suerte en el género con éxitos desiguales.

Probablemente sólo una nueva saga alcanzó el nivel de excelencia como para codearse de tú a tú con Chris Redfield y Jill Valentine, me estoy refiriendo a la archiconocida serie Silent Hill. La obra de Konami daba un giro de tuerca y nos planteaba un tipo de terror mucho más psicológico y surrealista, que a mí particularmente me encantó.

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Silent Hill tuvo tres juegos numerados y después, en la anterior generación, recibió algunas entregas más que llevaban su propio sobrenombre y que, todo sea dicho, estaban bastante bien. Las últimas noticias que tuvimos de la saga llegaron con el famoso P.T., del que iba a ocuparse nada menos que Kojima-san en colaboración con Guillermo del Toro, pero que finalmente fue cancelado al famoso grito de "fuck Konami".

Nadie entiende por qué una saga tan importante fue primero encargada a estudios secundarios y después abandonada, pero el caso es que había dejado un notable vacío en la comunidad. Los españoles de Abramelin Games sin duda debieron de ver un filón en este anhelo, y ni cortos ni perezosos se pusieron manos a la obra para crear su propio survival horror: Injection π23.

Injection π23 se ha anunciado como una vuelta a los orígenes del género, esto es exploración, escasez de recursos, resolución de puzles y por supuesto la presencia de ese miedo psicológico tan importante en el añorado Silent Hill, del que este juego bebe directamente. Veamos qué tal ha salido la cosa.

Nada mascado

Lo primero a tener en cuenta, sobre todo por los jugadores más jóvenes, es que Injection π23 no te lleva de la manita. Hablamos de un juego netamente áspero, con apenas unos tutoriales nada más empezar, tras los que uno tiene la sensación de ser abandonado en medio de ninguna parte, sin saber muy bien por qué ni para qué. Bien, de eso se trata.

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Aquí no hay savegames automáticos, e incluso en los puntos de guardado dependemos de una serie de materiales limitados para grabar la partida. Recomiendo usar al menos dos ranuras distintas, ya que Injection π23 no permite ni reiniciar cada uno de los capítulos en que se divide. Aquí, si metes la gamba y sólo tenías una partida guardada, la única alternativa es empezar todo el juego desde el principio.

La ayuda visual para interactuar con los objetos está apagada por defecto, y los propios objetos no están resaltados de ninguna forma. El mapa es confuso y extraño, pero de alguna forma también útil. Hay repartidos una especie de altares con los que hablar por el micro, de los que nadie nos explica absolutamente nada. Y los puzles...

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Los puzles por lo general son difíciles. Tenemos desde el típico y sencillo coge tal y úsalo para cual, hasta intrincados galimatías que pondrán a prueba nuestra paciencia y requerirán leer los documentos que vayamos recogiendo, mirar el mapa, observar el entorno y sobre todo pararse a pensar. Ahora bien, por momentos dejan de tener sentido: vale que Injection π23 es un juego de terror surrealista donde se podría decir que cualquier cosa es posible, pero en mi opinión hay puzles cuya asociación de pistas es básicamente arbitraria.

Curiosamente, Injection π23 elige por nosotros el objeto que debemos usar en cada momento si ya lo tenemos en el inventario, lo cual choca con todo lo anterior en cuanto supone una cierta ayuda.

Terror psicológico

Aclarado el talante general del juego, vayamos a su razón de ser: la historia, la ambientación, o como queráis llamarlo en este caso. Injection π23 es un sueño, o más bien una pesadilla. Todo parece indicar que nuestro perro Joy sale escopetado de casa, vamos detrás, nos atropella un autobús y... se desata la paranoia.

El juego se arriesga a empezar de una forma bastante tranquila para ir elevando el tono poco a poco, y lo cierto es que acaba captando nuestro interés, tanto más cuanto más avanzamos.

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La acción se desarrolla en una localidad real de Málaga, lo cual tiene su gracia. Según vas sabiendo, el pueblo lleva una temporada sumido en un ambiente extraño; ha habido secuestros y han aparecido muertos, extraños símbolos, profanaciones... todo parece indicar que hay un rollo muy chungo relacionado con alguna organización secreta, y hasta ahí puedo leer.

Injection π23 destila constantemente un aura a medio camino entre el miedo y la locura, y debo decir que lo hace francamente bien. No juegas precisamente tranquilo y relajado, sino en constante tensión, algo incómodo incluso, pero es lo que se espera.

La construcción del pueblo es, bueno, ¡como el pueblo mismo! Aunque obviamente tendremos calles cortadas que nos marcan más o menos el camino. Por momentos entraremos en edificios, a lo Silent Hill. Mención especial para esos puntos en que vas avanzando a golpe de linterna, pisando huevos, y de pronto se desata una especie de visión horripilante, merced a luces y sonidos espantosos.

Entre capítulos, y también ante determinados eventos, Injection π23 presenta una serie de escenas cinemáticas que mantienen el tono, es decir, que inquietan y contribuyen a elevar los niveles de estrés, y de paso engancharnos un poco más para seguir avanzando.

Jugabilidad clásica

Sobre la jugabilidad voy a extenderme poco, porque no creo que un análisis consista en contar cada detalle, sino en transmitir una idea fiel.

La idea sería el ya mencionado Silent Hill. Para el sacrílego que no lo conozca, la cosa consiste en intentar resolver un misterio que claramente nos supera mientras avanzamos por un entorno hostil e inquietante con la luz titilante de una linterna como principal herramienta.

Debemos recoger objetos, leer documentos, resolver puzles, escapar de casi todos los abominables enemigos y matar a unos cuantos. Llama la atención cómo, al menos en mi caso, Injection π23 no te da un arma hasta bien avanzada la historia. Adereza esto con las ya mencionadas secuencias cinemáticas y con una sensación creciente de interés por algo que empiezas a entender, cuando al mismo tiempo sabes que no vas a entender nada.

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Aspecto visual

Como no podía ser de otra forma al tratarse de un desarrollo con un presupuesto moderado, el apartado gráfico de Injection π23 es su punto más flojo. La intro apunta formas, pero pronto entiendes que no representa la calidad visual del juego.

Nos encontramos con un título que podría correr en una PlayStation 2, eso sí con ciertos efectos de luz y texturas en alta resolución propias de la actual generación. Los polígonos, esos polígonos de los que tanto se hablaba en el pasado, vuelven a la palestra, vamos, que cantan a la legua. Tampoco es que las animaciones del protagonista sean muy fluidas; las de los malos, al ser abominaciones del averno, no sólo resultan más convincentes, sino que para ser justo diré que inquietan bastante, con movimientos erráticos e inhumanos.

¿Qué queréis que os diga? Para mí tiene su encanto. Injection π23 es lo más parecido a emular un Silent Hill 2 vitaminado, por supuesto corriendo a 1080p y 60fps.

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Las escenas cinemáticas están pasadas por un filtro, lo que es una buena idea porque las disimula bastante y a la vez contribuye a darles un cierto aire onírico. Lo que soy incapaz de entender -gente de Abramelin Games, por Dios, ¡escuchad mis súplicas!- es por qué no han aplicado un efecto de granulado a todo el juego, o al menos por qué no existe esta opción. De hecho, este efecto se produce cuando estamos cerca de un enemigo y personalmente creo que todo se ve mucho más vintage e incluso se disimulan las limitaciones gráficas. Injection π23 pide a gritos este granulado que mejoraría mucho su apariencia.

Para acabar con este apartado, hay que destacar la posibilidad de alternar entre cuatro tipos de cámara: en tercera persona libre, en tercera persona desde atrás, en primera persona y clásica, es decir una cámara fija que nos sigue a nosotros. El cambio es inmediato con la cruceta del Dualshock 4, y no será raro recurrir a diferentes perspectivas en función de las situaciones.

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¿Sonido del inframundo?

El apartado sonoro de Injection π23 te deja descolocado. Abramelin Games se ha esmerado mucho a la hora de transmitir una sensación claustrofóbica y asfixiante en base a todo tipo de sonidos extraños. En este sentido el juego cumple con nota, y es importante recalcarlo otra vez: Injection π23 consigue inquietar, engancha y despierta un cierto morbo por avanzar y ver dónde desemboca toda esta locura.

Por otro lado -y esto es otra cosa posiblemente subsanable con parche- se echan en falta algunos sonidos FX que elevarían el listón audiovisual. Por ejemplo, en el primer capítulo vemos los árboles meciéndose violentamente al viento; vale, puedo entender que las ropas del personaje no se muevan al compás, entiendo las limitaciones, pero concho, mete un sonido de ventisca. Tampoco será raro encontrar puertas que se abren en el más absoluto silencio, rompiendo bastante la inmersión. Luego, sin embargo, te encuentras por ejemplo en una campiña donde se han currado mucho todos los sonidos ambientales. En definitiva, altibajos en este aspecto.

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Las voces por cierto vienen en español, y no tengo duda de que la gente de Abramelin Games se lo ha pasado bomba doblando a los personajes. El prota es convincente, el resto parecen un grupo de amiguetes que han hecho lo que han podido, unos mejor que otros. Sea como sea, siempre se agradece escuchar la lengua materna.

Verde que te quiero verde

El tema del sonido que mencionaba en el apartado anterior, amén de pequeños defectos gráficos como fuentes de luz que no provienen de ninguna lámpara, o detalles como la cámara invertida que no se activa en primera persona hasta que vuelves a las opciones, son el producto de un lanzamiento algo precipitado.

La cosa pasa de castaño a oscuro cuando encuentras bugs que directamente te impiden avanzar, algo que me ha ocurrido dos veces, y por desgracia debo mencionar también cinco o seis congelaciones que me han obligado a salir del juego.

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Si habéis seguido mi trayectoria en Sonyers y leído mis análisis, sabréis que suelo ser muy crítico con los títulos que nos dan verdes para analizar. En esta ocasión la gente de Abramelin Games me ha respondido enseguida, aparte de que no han dejado de parchear su obra, pero los usuarios no deberíamos hacer las veces de beta-testers.

Teniendo en cuenta que hablamos de un estudio pequeño y de un juego que, objetivamente, tiene un montón de elementos y puzles, esta vez no voy a tener muy en cuenta los bugs en la valoración de Injection π23, pero sí había que decirlo. De todas formas, a la hora de leer este análisis ya estarán casi todos corregidos.

Conclusión

Hay dos cosas que reservo para este apartado. En primer lugar, Injection π23 puede durar bastante: unas veinte horas en una primera vuelta, y mucho más si queremos encontrar todos los objetos especiales y desentrañar los misterios de esos pentáculos a los que hablar con el micro, por no mencionar los tres finales disponibles. Para ser honesto, diré que esta duración se debe sobre todo a lo intrincado de los puzles, pero en cualquier caso estamos ante un juego completo dividido en capítulos, denso y con su historia detrás.

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En segundo lugar es necesario destacar el precio de 9,99 euros al que se vende Injection π23, lo cual no suelo mentar en mis análisis pero en este caso sube un punto la valoración del juego. Por semejante cantidad, que te gastas sin darte cuenta en cualquier cosa, tienes un título que homenajea a los clásicos del survival horror, largo, que consigue enganchar y aporta su propio toque. Y ya puestos español.

En definitiva, por lo que cuesta y con el cariño que hay detrás, tenemos un videojuego muy recomendable para los amantes del terror, que apenas tengan un poquito de paciencia verán como Injection π23 arranca y va a más. Ahora bien, si eres un cagueta o un graphics whore esto no es para ti.