Cuando salió a la venta Final Fantasy XV, mis expectativas estaban por las nubes como buen seguidor de la saga. Por gustarme, incluso me gustaron Final Fantasy XIII y sus dos continuaciones que tanta polémica causaron.

Entonces vino el chaparrón, un mal endémico de estos tiempos que no me canso de denunciar: el juego llegaba incompleto, o al menos eso decía todo el mundo. Debo confesar que Square Enix saliendo al paso para decir que seguirían apoyando Final Fantasy XV y sacando varios DLC no hizo sino confirmar mis peores temores.

Así que me aparté de él con mucha pena, como lo he hecho de otros títulos que a priori me apetecían un huevo: Street Fighter V o Dragon Ball FighterZ son dos que me vienen a la memoria, pero sin duda hay más.

Y es que una cosa está clara: si algo no te gusta, no alimentes esa dinámica. Hace años pensaba que uno solo no podía hacer nada y que, aunque la suma de todos contaba, al final cada uno iba a su bola. No es que ahora piense de forma distinta, pero he decidido que si no empiezo por mí mismo, básicamente no tengo derecho a quejarme.

El caso es que he dejado de comprar juegos que en principio me apetecen si veo que salen verdes y por pulir, ¡mala suerte! Y cuando he tenido muchas ganas de probar uno de ésos, he recurrido a la segunda mano.

Volviendo a Final Fantasy XV, he esperado pacientemente a que sacaran la Royal Edition: en teoría una versión con todas las mejoras y parches implementados en estos años, amén de los distintos DLC que francamente me importan menos.

¿Por qué digo en teoría? Porque mi cara de estupor no me la quita nadie cuando he visto que, tras instalar el juego tal y como viene en el disco, ¡de pronto empieza a bajarse un parche que ocupa más de cuarenta gigas! Y luego, como no, todos los DLC vienen en formato digital, es decir más descargas. En total 100 GB de espacio, lo que me ha costado borrar dos o tres juegos de mi PlayStation 4.

Francamente, me alegro de tener este medio a mi disposición para gritarlo a los cuatro vientos: ¡qué edición más cutre concho! Ojalá este texto le sirva a alguien que iba a cometer mi error.

Básicamente, Final Fantasy XV Royal Edition es el mismo juego que salió en 2016, tal cual. Podéis comprar el original, ahorraros los DLC y descargar todos los parches como he hecho yo, ya que a nadie se le ha ocurrido meterlos en el disco. ¡De hecho ni siquiera caben en un blu-ray normal!

¿Cómo es posible que un parche ocupe tanto como el propio juego? Pues sencillamente porque no han podido implementarlo como es debido en la versión física que deben tener lista semanas antes de salir al mercado, y en su lugar prácticamente reescriben todo el código y fijo que están duplicando la información en nuestras consolas. Pero lo que ya no se justifica es que vendan una edición nueva a los dos años donde no se han molestado en cambiar lo más mínimo.

Esta desidia o este morro (me da igual lo uno que lo otro) es lo que obviamente acabará dando la puntilla al formato físico. Si al final tu juego es una versión incompleta y tienes que descargar decenas de gigas para actualizarla, te da igual comprar la edición digital.

Esto me lleva a otra reflexión: el tamaño de los videojuegos. Los discos duros de las consolas se han quedado mucho más cortos de lo que seguramente nadie pensaba, y de hecho me extraña que no saquen una versión de PS4 con HDD de dos o más terabytes. Pienso en los modelos de 500 GB y casi me da penita.

Os recuerdo a todos que en el caso de PlayStation 3 tenías el título en el blu-ray. A la consola se descargaba sólo una pequeña parte, además de los parches que ya por entonces empezamos a ver. En cualquier caso hablamos de cantidades de memoria moderadas.

PlayStation 4 se vendió con un disco duro mucho mayor pensando en instalar todo el contenido de los juegos en la consola como una ventaja. Lo que no nos dijeron es que muchas veces también los propios parches iban a ocupar un espacio enorme. Al menos los lectores de nuestras PS4 deben estar como nuevos: sólo se usan para validar el disco una vez iniciado el título y punto.

Hay dos tipos de validaciones: online a través de PlayStation Network o con el disco que has comprado en la tienda. Sea como sea, juegas desde un HDD que a todas luces se ha quedado muy pequeño. El único sentido que tiene seguir comprando ediciones físicas es que no dependes de terceros ni de una conexión a internet para jugar donde y cuándo sea, pero a raíz de las contrapartidas empieza a parecer una motivación más bien romántica y poco práctica.

Por otro lado en mi caso, al escribir en Sonyers y obtener bastantes códigos digitales, me veo borrando juegos como nunca antes. Dejando de lado casos sonrojantes de parches grotescos como el del mencionado Final Fantasy XV -por otro lado cada vez más comunes, veasé Days Gone y su parche de más de 20 GB-, al menos si tienes el título en disco puedes reinstalarlo fácilmente.

Pero si tu videoteca está en formato digital, por muy rápida que sea la conexión a internet, ¿por qué descargar una cantidad absurda de datos para empezar a jugar? ¿No podían haber previsto esto a la hora de establecer el tamaño de los discos duros para esta generación?

Ni siquiera PlayStation 4 Pro, una consola que se supone de gama alta, ha incluido un HDD de mayor capacidad, como si 1 TB fuera de sobra.

Este artículo no pretende descubrir la pólvora. Está claro que, a la vista de todo lo dicho, el formato físico tiene los días contados; pero no porque muera por sí mismo, sino porque lo están matando descaradamente. Si me compro Final Fantasy XV Royal Edition en disco, dos años después de su salida, y aún así tengo que descargar más de 40 GB de parches, directamente me están llamando tonto a la cara.

Pues tonto no sé si será, pero resulta que escribo aquí y fijo que al menos alguien se ahorra mi desagradable sorpresa. Y ya puestos, señores de las compañías de videojuegos: si como parece quieren imponer que descarguemos gigas y más gigas, y ahorrarse ustedes el soporte físico y la distribución, al menos aumenten el tamaño de los discos duros de las consolas. Por favor.