Hoy en día estamos muy acostumbrados a hablar de los distintos géneros de videojuegos: lucha, su variante beat'em up, los llamados shot'em up, first person shooters, aventuras, juegos de puzles, plataformas, juegos musicales y un largo etcétera.

Juegos y más juegos por doquier, tanto que a poco que elijas bien tu sistema apenas vas a tener tiempo de probar todo lo bueno que hay. Sin embargo no siempre hubo esta variedad.

Los géneros han ido madurando y creciendo como los propios videojuegos. En los albores de este mundillo todo eran píxeles moviéndose en una pantalla monocromo. Había un joystick o "palanca", un botón y para de contar. Bueno, de hecho al principio no había ni esto, sino máquinas con extraños controles.

Con ese panorama, hablar de géneros por aquel entonces era cuanto menos arriesgado. En un juego manejabas una navecita, en otro un muñequito, en otro una pelotita... una disparaba, el otro saltaba, la otra rebotaba. Y lo que se divertía la gente con eso oye, pero definidos, lo que es definidos, los géneros no lo estaban mucho.

Conforme la tecnología ha avanzado, las posibilidades también. Cosas tan simples como incluir una paleta de colores en un juego ya podían dar nacimiento a un nuevo género. Lo mismo puede decirse de los bip-bop cuando dieron lugar a sonidos de lo más sencillo, pero que entonces parecían brutales.

Hace un tiempo, en los 80-90, se tendía a pensar que la la tecnología avanzaría de forma exponencial. Basta con ver películas como Regreso al Futuro II, donde aparecen coches voladores en 2015, o sagas espaciales donde daban por sentado que ya tendríamos medio colonizado el espacio.

La realidad es que el boom tecnológico, la llamada era de la tecnología que se las prometía, se ha estabilizado bastante. Del espacio exterior mejor ni hablamos porque a efectos prácticos seguimos como en los años 60, cuando el hombre pisó la Luna. Los ordenadores indudablemente son mucho más potentes, pero ya no evolucionan tan rápido y no, ni hay ni parece que vaya a haber cosas como androides inteligentes a medio plazo. Se puede decir lo mismo de la medicina, donde hay avances pero no tan radicales como se esperaba. Cosas como la genética, que parecían muy prometedoras, no acaban de arrancar. Etc., etc.

Los videojuegos han corrido una suerte similar: hubo un momento en que esto avanzaba hasta el punto de hacernos pensar en una especie de Matrix en un futuro cercano. Luego hemos visto como paulatinamente cada generación de consolas, que puede durar la nada desdeñable cifra de 5-8 años, no cambia tanto con respecto a la anterior: PS4 no es tan diferente de PS3, y seguramente se podrá decir lo mismo de PS5 con respecto a PS4. Ya no hay esos saltos enormes, sobre todo los producidos con las generaciones de 8, 16 y 32 bits.

Hace años os juro que de pronto salían sistemas que parecían futuristas, a años luz, como la Neo Geo en consolas, o el Amiga 500 en ordenadores: aparatos que comparabas con sus coetáneos y no te podías creer que fueran de la misma época. Y cuando se anunciaba una nueva generación, vamos, eso podría ser la revolución.

Volviendo al presente, si os paráis a pensarlo, estamos hablando de que pasan años y años entre generaciones de consolas y los videojuegos ya no cambian tanto. De ahí que hace ya mucho tiempo que apenas surjan nuevos géneros, y cuando lo hacen no es realmente por el avance tecnológico sino por la imaginación de sus desarrolladores.

Pero un avance más lento no significa un inmovilismo. Es evidente que las nuevas tecnologías traerán géneros que ahora mismo ni imaginamos. Como habréis adivinado, me viene a la mente la realidad virtual.

La llamada VR, aunque algunos aún se empeñan en mirar para otro lado, supone el mayor salto tecnológico en el mundo de los videojuegos desde hace mucho tiempo. Un salto tan grande, de hecho, que mucha gente no se anima o atreve a darlo, empezando por las propias compañías de software.

De momento los juegos de realidad virtual se limitan en su mayoría a imitar los géneros ya existentes, aportando como mucho nuevos puntos de vista y algunas ideas novedosas. Sin embargo, estoy seguro de que la VR, apenas se desarrolle un poco, va a traer géneros completamente nuevos e imposibles de jugar en una tele plana, géneros que alguien deberá inventar.

Aún estamos esperando el mega-hit de realidad virtual: ese título del que todo el mundo hable y que te obligue a tener unas gafas sí o sí, al igual que Sonic casi te obligaba a tener una Megadrive. Y tengo la corazonada de que ese juegazo llegará de la mano de un género completamente nuevo.

Por desgracia, a raíz de lo expuesto, dudo que veamos nada parecido a Ready Player One en muchos años, cuando Rift, Vive o PSVR sean recordadas como ahora vemos las primeras Atari. Pero sí puedo imaginar a corto plazo dispositivos VR con una resolución como en la tele, con más y mejores juegos. E insisto: con géneros completamente nuevos sólo posibles en la realidad virtual. Vamos, que me digan dónde hay que firmar.