Dejadme hacer memoria... Ahora que lo pienso, raramente he comprado un sistema de salida. Mi larga trayectoria se remonta al mítico ordenador Amiga 500, que para algunos será una reliquia y con razón (¡pero bendita reliquia!).

Lo compré cuando ya todo el mundo hablaba de él, y por cierto como curiosidad os diré que costaba 600 euros, que para entonces en proporción era mucho más.

Siguió la Game Boy, nuevamente cuando ya la tenían todos los niños y lo flipábamos al ver el Tetris, no te digo ya los demás juegos que fueron saliendo. Recuerdo que me parecía como una maquinita Game & Watch de Nintento, ¡pero donde podías meter diferentes juegos!

La Atari Lynx fue la primera consola que compré bastante pronto aunque ya llevaba un tiempo en las tiendas. A pesar de su potencia bruta, la considero mi gran pinchazo y lo que me hace entender qué supone invertir en un sistema fallido, lavarse el cerebro y perderse un montón de cosas por no reconocerlo y dar el salto a la competencia. Visto con perspectiva, la veterana Game Boy por la que la había cambiado le daba mil vueltas.

Luego llegó la Mega Drive y, algo después, la Super Nintendo. Las meteremos en el mismo saco al ser de la misma generación. Ambas llevaban tiempo en el mercado cuando las compré. De la Mega Drive recuerdo que la gente alucinaba con Golden Axe o Altered Beast porque se veían como en los salones arcade, que por aquel entonces era una burrada.

Después comenzó mi etapa con los PC, a los que jamás he vuelto para jugar. Sí, tuve mis buenos vicios, descubrí las partidas online, me quedan gratos recuerdos... pero a mí eso de que se me quedara vieja la gráfica, el micro y tal, y ver juegos que iban a pedales como que no. En cualquier caso, para lo que nos ocupa, obviamente comprar un ordenador para jugar no fue exactamente pionero.

Y así llegó mi era sonyer, un trayecto más largo de lo que quisiera contar durante el cual no he necesitado otras máquinas que PlayStation.

La primera Play cayó en mis manos cuando ya estaba Final Fantasy VII en la calle y todo el mundo lo ponía por las nubes. Uno no podía perderse aquello. Haciendo memoria me pregunto en qué pensarían Sega y Nintendo para ponérselo tan fácil a Sony, pero al poco tiempo PlayStation ya era la consola de referencia.

PS2 fue, ahí sí, la única consola que he comprado casi de salida. El hype era demasiado grande como para resistirse, y recuerdo que había toda clase de chanchullos e intentos de estafa. Aún así la conseguí de segunda mano a precio rebajado, quedaos con este dato. Venía con factura de El Corte Inglés y al final acabaron cambiándomela por una movida con la bandeja del DVD, así que la jugada me salió redonda, en esos tiempo donde ibas a El Corte Inglés con el ticket y te llevabas una consola nueva sin preguntas.

A pesar del éxito de Xbox 360, esperé pacientemente a PlayStation 3 -en parte por la gloriosa trayectoria final de PS2-, tanto que la acabé comprando algo tarde, también de segunda mano y una vez más a precio reducido. Fue una pena no adquirir uno de los primeros modelos retrocompatibles y un recordatorio de que no siempre conviene esperar a modelos posteriores: a veces los primeros son mejores y luego abaratan costes (que se lo digan al Mega CD).

Por entonces cayó también PSP en forma de regalo, una máquina que llegó a mis manos en su llamado renacer, cuando Sony volvió a impulsarla tras un tiempo en el mercado. Pedazo de consola por cierto.

Recuerdo perfectamente comprar la Play 4 cuando ya estaba Bloodborne en la calle, y no sólo el juego básico sino también su expansión Old Hunters, que como buen freak conseguí en una edición asiática donde venía todo en el disco con varios parches ya instalados (uno de los juegos físicos que no pienso vender).

Y así, tras años de vicio que harían palidecer a los más devotos seguidores de Twitch, me veo en el presente y me doy cuenta de una cosa muy rara...

¿Os habéis percatado de que las consolas que compré de segunda mano, incluyendo PS2 nada más salir, me costaron más baratas? ¿Sabéis por qué? Pues sencillamente porque estaban en las tiendas.

Vivimos unos tiempos raros por el Covid, y si lees estas líneas y eres de Madrid me estarás entendiendo doblemente por la nevada inédita que ha dejado la ciudad cubierta de hielo. La gente está como apesadumbrada, las cosas no funcionan como deberían, pero sigo sin entender qué ha pasado exactamente con las consolas next gen, además tanto a Sony como a Microsoft.

Vale, no se han vendido en tiendas físicas, muy bien, pero ¿qué carajo pasa con el stock en tiendas digitales? ¿Por qué es tan escaso? No me trago que los especuladores, sus bots y los genios que les dan de comer se hayan hecho con los millones de consolas que faltan en las casas de todo el mundo.

Pienso que tanto Sony como Microsoft han querido llegar a la campaña navideña y dar luz verde a la nueva generación cuando no tenían la capacidad para abastecer el mercado con la suficiente cantidad de consolas. Ni más ni menos.

Es ridículo que dos meses después de su supuesta salida sea imposible hacerse con una PlayStation 5, y fíjate que por culpa de Demon's Souls esta sería la única ocasión, junto con PS2, en que la habría comprado tan pronto y de hecho me estoy arrepintiendo de no haberla reservado.

Creo que en nuestra redacción ya hay tres afortunados viciándose no sólo a los juegos específicos de PS5, sino también a varios de PS4 con mejor calidad. Ahí tengo yo Ghost of Tsushima en un cajón, ¡a ver si puedo comprar la dichosa consola!

Total, que a mi entender la next gen no ha empezado realmente. ¡No puedes hablar de una nueva generación cuando no se pueden comprar sus consolas!

Mucha, pero que mucha suerte tienen tanto Sony como Microsoft de que ambos la hayan cagado exactamente igual, porque las tornas parecen estar tan igualadas que ante la ausencia de una máquina la gente bien podría decantarse por la otra. Pero da igual, no se puede comprar ninguna...

En fin amigos, que ánimo si pretendéis conseguir alguna de las nuevas consolas y nada, de aquí a unos meses a ver si ya están en nuestras casas y no en el limbo.