Hoy día el internet nos facilita la vida, es solo bajarse el juego que deseas y listo. Puedes jugar en línea con muchas personas, hacer amigos de todas partes del mundo e integrarte a una comunidad de personas con gustos afines por los videojuegos, pero esto no siempre fué así.

Cuando pienso en videojuegos siempre me remonto a mi infancia, a mis primeras consolas, a aquel tiempo donde "jugar" no era tan fácil. Recuerdo que de niño, solo éramos un pequeño grupo de amigos que jugaban juntos con la SNES y las GameBoy, aquellos gráficos pixelados y los sonidos de 32bits nos hacían felices.

Eso sí, no crean que había internet, ni redes sociales, todo era diferente en aquel entonces. Recuerdo que jugar videojuegos más que estar en casa pasando el rato, se convertía en una aventura inolvidable.

Para jugar con otras personas era algo complicado, no todos tenían consolas. Nunca olvidaré aquellos domingos en que como buenos entrenadores pokémon, tomábamos nuestras gameboys, nuestros cables link y nuestro cartucho, una merienda, algo de dinero y tomábamos un bus.

A veces recorríamos muchos kilómetros para jugar Pókemon con otros chicos, intercambiar y combatir. Esto era toda una odisea, imagínense sin redes sociales, localizábamos a los otros gamers através de un amigo de un amigo que tenía un primo, jejeje sonará de antaño, pero así funcionaban las cosas por aquel entonces.

Algo que teníamos claro era que aunque fuera díficil no nos detendríamos, honestamente, el hecho de que no fuera fácil, lo hacía mucho más divertido e interesante. La situación para intercambiar cartuchos era la misma.

Recuerdo mi primer cartucho de Killer Instinct, ese juego de peleas de SNES que dejó muchos callos en mis pulgares y los de mis amigos. No podíamos saber que ese cartucho negro y desgastado marcaría nuestra infancia.

Por aquel entonces las técnicas y combos debíamos descubrirlas por nosotros mismos, ya que el juego no tiene una lista de comandos ni nada por el estilo, tampoco teníamos la posibilidad de googlear los combos.

Esa vieja rom inició una etapa de rivalidad y diversión para los chicos del barrio, todos usábamos nuestras camisetas para cubrir el mando, para que nuestros pulgares resbalaran mejor en la cruz y para ocultar nuestras técnicas.

Recuerdo que cada chico del barrio traía consigo una pequeña libreta de apuntes con los comandos para cada jugador. Descubrir nuevas técnicas y luego usarlas contra los amigos y sorprenderlos a todos, esa fué la base de nuestra felicidad en aquel tiempo.

Todos reunidos en la sala de mi casa frente a la tele jugando por horas. Al día siguiente nos mudábamos a casa de otro amigo, y así al día siguiente, rotabamos por las casas de todos para jugar y así darles un respiro a nuestras madres.

Son muchos los buenos momentos que aquellos videojuegos dejaron tatuados en mi memoria. Hoy día cada vez que juego una partida de Killer Instinct vienen a mi mente risas, los nombres que dábamos a las técnicas, las frases burlonas y me siento feliz de saber que tuve una infancia llena de amigos que compartieron conmigo esta pasión por los juegos.

Aunque el internet llegó para ampliar la experiencia multijugador de los usuarios, no me arrepiento de haber vivido aquella experiencia sin conexión. Definitivamente el pasar por tanto creo que hizo de los videojuegos una verdadera aventura que dejaría secuelas en mi vida para siempre y el motor de mi pasión por los mismos.

Podría decir que los videojuegos marcaron mi infancia y la de muchos, no son pocos los amigos que me preguntan a menudo: ¿Y tú sigues jugando esas cosas?

La verdad creo que nunca dejaré de jugarlas, las consolas viejas, los roms de antaño, esos que de niño llegaron para quedarse, porque de algún modo, jugar también es recordar.